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foto: Raymond Depardon - SAN CLEMENTE (1980)

13 feb 2009

LUCHO MEJÍA la condición política del acto de ver

por Francois Laso
(texto leído en el lanzamiento del libro de Lucho Mejía en el Ministerio de Cultura)

BUENAS NOCHES, Me han pedido que hable de Luis Mejía, de su fotografía pero sobretodo de lo que significa, para alguien como yo, percibir el legado de su trabajo.

Apelaré a mis recuerdos e inevitablemente hablaré de imágenes que no están aquí. Hablaré de unas fotografías que aún hoy, no sé bien si las veo extraordinarias porque de la imagen a la retina y de ésta a la memoria, hay un recorrido insondable que las arregla y las pervierte; o porque mi propia vivencia perceptiva de esta ciudad que se repite a sí misma desde los sesenta, se funde, en cada esquina, con las fotos que descubrí, en una tarde infotografiable, en la casa de Don Lucho.

Y es que para eso están los “antiguos”, como se decía en las escuelas de bellas artes, caducas, pero sabias; para iluminar el viaje perceptivo de lo real a la retina y de su fondo hacia la memoria, al discurso, al lenguaje y nuevamente, los que tenemos suerte, a la fotografía. Para un fotógrafo como yo, que confundía forma con fondo y a Cartier-Bresson con el espíritu santo (ya después me hice bien ateo), descubrir una edición celeste y celestial editada por el Banco Central sobre lucho mejía y publicada en 1989, aclaró en mi, las trampas del espíritu, la devoción al santo y el contenido de la fotografía.

Mujer junto a la puerta de la Iglesia de San Francisco. Quito, 1982. TITULO: LA CITA.

Luis “Tinta China” Castañeda. Boxeador – entrenador. Coliseo Julio César Hidalgo.
Quito, 1984: TITULO: LUIS “TINTA CHINA” CASTAÑEDA


Si algo nos hace falta a los más jóvenes, desde la fotografía, es la posibilidad de un vínculo con nuestras imágenes del pasado. La mirada es una construcción, pero cuando desconocemos como hemos sido vislumbrados como imagen, como hemos sido mirados, repetimos torpemente la misma imagen hasta el cansancio. No logramos reinterpretarnos, mirarnos nuevamente. Esa desdicha está profundamente ligada a los usos que el poder hace, sutilmente, de las imágenes. No impide que las hagamos: impide que las veamos. El tan vapuleado tema de nuestra falta de memoria no tiene que ver con una supuesta y extraordinaria capacidad de olvido (como nos lo repiten constantemente) sino con una constante práctica de ocultamiento desde los medios, el estado y los archivos. Existen, desde esas prácticas, unas realidades más importantes que otras: hermosos paisajes deshabitados y multicolores que ocultan y suplantan cotidianidades menos exóticas y pintorescas.

Si uno ve con detenimiento estas imágenes, aprende de don Lucho, el sentido de la distancia. El espacio exacto que se establece entre el fotógrafo y el mundo, ética del cuerpo, bioética… dice Gombrich. Aprende a ver como un grande; VER COMO MEJIA: El ojo sagaz no viene de la fotografía sino de la política, de la condición política del acto de ver. Es que el Lucho es un ser-ojo. O, si se quiere, un ser-rojo que, para mí, en estas fotos aquí expuestas habla menos de una ciudad, como cualquier otra en los sesenta en Latinoamérica, esa es la anécdota obsesiva de estos últimos tiempos, y más, mucho más de una ciudad construida desde la mirada, en unos sesenta únicos y particulares por nuestros… esa es la fotografía de un fotógrafo y eso es mucho más revelador que un edificio horroroso, a mitad construido, en los potreros de Iñaquito.

Eso, se dice fácil, pero no es sencillo: La hoja de papel aguanta todo… un negativo no.

Indígena otavaleño esperando una audiencia con un juez en
el Palacio de Justicia. Quito, 1966. TITULO: EL AGRADO

Niños en un sector de Quito Colonial. 1966. TITULO: EL CHICLE.

En los sesenta hubieron 3 golpes de estado, Velasco Ibarra, Arosemena, otro Arosemena más, un tal Yerovi y Velasco otra vez. En una isla del Caribe, una revolución, hubo una piedra lunar, tan lejana como absurda y hubo también un inolvidable panecillo sin virgen. Y estaba todo eso y otra cosa. Mejía se propuso rescatar el valor de lo aparentemente insignificante y la dignidad de lo, a todas luces, pisoteado. Y a toda luz su búsqueda estética dio testimonio de los marginados con una increíble coherencia (estética y filosófica) y un profundo sentido de la distancia: Mejía, en el acto político de ver, es al mismo tiempo el que fotografía y el que es fotografiado. Si otra cosa más se aprende de don Lucho, es su alucinatoria capacidad para fundirse en y con el otro y si una cosa más, una más de tantas, se aprende de don Lucho, es que la fotografía es un acto de COMPASIÓN.

El papel aguanta todo… un negativo no.

Albañiles haciendo la excavación para los cimientos del paso a desnivel de
las Avenidas 10 de Agosto y Patria, Quito, 1969. TITULO: CUARTETO

Yo miro al ser humano en medio de su lucha por sobrevivir dentro de una sociedad hostil, hablo de su fotografía y hablo de él. La nuestra es una sociedad hostil, la del desheredado… ahí están, todos los días y en estos tiempos nuestros, las fotografías de Dolores Ochoa, de Ricardo Bohorquez y las de Alejandro Reinoso que son hijas de las de mejía…. y ahí está Mejía, desheredado, casi en el olvido y con una economía de la que se sabe… pero no se habla. Paradojas del poder, maravillas de la fotografía. El oficio se aprende desde la humildad, me recuerda constantemente Lucho Mejía cuando me mira, desde la profunda reverencia a lo real, desde su naturaleza obtusa. Somos hijos de la historia que construimos y somos hijos de las imágenes que conservamos y recordamos, somos hijos de la política del ver; los fotógrafos de hoy somos hijos del Lucho Mejía.

Al verlo HOY, JUNTO A MI desearía profundamente que fuese un espejo… porque hoy, don Lucho, quisiera ser como usted…

Quito, 14 de enero de 2008


Fotos tomadas del libro Luis Mejía. Colección Fotografos del Ecuador.
Volumen 1. Ediciones del Banco Central del Ecuador, quito, 1989.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es increíble que nadie haya pasado por este post tan emocionante sobre Luis Mejía...
Yo también hago fotografía callejera, me apasiona... solo puedo añadir, mientras recuerdo sobrecogido la foto de Doña Lastenia Ramírez cruzando frente a los policías, que es uno de los mejores fotógrafos que ha existido, a nivel mundial, y que, lo admiro.